martes, 17 de noviembre de 2009

Una noche cualquiera en la vida de Anne Zabalegui


Escena de Antes y después de odiarte_


Era noche cerrada. En los jardines de Botica Vieja los árboles continuaban desnudando sus ramas. Anne, desde la ventana de su habitación, contemplaba el vuelo silencioso con el que a la luz de las farolas las hojas alcanzaban el suelo. Ella miraba sin disfrutar del hermoso espectáculo. Ni siquiera veía las luces que, desde el otro lado de la ría, vestían al Palacio Euskalduna y al centro comercial Zubiarte. Y es que tenía el pensamiento muy lejos de aquella hermosa postal nocturna.

Desde que había visto a Mikel, solo podía pensar en el pasado. En que lo que le condujo a sus brazos fue lo mismo que le alejó de ellos. Tenía la sensación de que en tan solo unos meses de su vida llegaron a concentrarse sus mayores dudas y sus más arriesgadas decisiones, su mayor felicidad y su más cruel amargura. Había tenido un miedo atroz a enamorase de él. Pero ni aún soportando todo el temor y las dudas del mundo había sido capaz de apartarse de su lado. Debió haber sabido que su corazón no podría resistirse a su delicadeza, a su ternura, a su felicidad, a su risa contagiosa. Desde el momento en el que lo vio, luchó contra la tentación de cruzar los límites para observarlo de cerca, para escuchar su voz y su risa, para comprobar si su piel olía como imaginaba. Después, ya no fue capaz de alejarse. Él se convirtió en la droga sin la que no podía pasar ni un solo día. La droga que siempre supo que sería su perdición.

¿Cómo podía luchar contra ti?
susurró, con el hombro y la sien apoyados en el cristal de la ventana. Si eras tan romántico, tan tierno, tan sorprendente. Las lágrimas convertían las luces en manchas borrosas y brillantes. Con la mirada perdida, se adentró en el pasado, en un turbador e inolvidable encuentro en el Iruña.

Ella había tomado su café. Mikel había cogido la taza para girarla boca abajo sobre el plato. Ya lo había hecho en otra ocasión, dejándola desconcertada. Esta vez se juró que no se quedaría con la duda.

—¿Qué es esto? ¿Brujería? —preguntó entre risas.

—Algo parecido —bromeó él—. Mi abuela me enseñó un poco de magia.

La miraba con gesto divertido y misterioso. Ella no dejaba de pensar que tanta seducción en un delincuente podía ser un problema, o al menos lo estaba siendo para ella. Se sentía atrapada en el fondo de aquellos ojos azules, pero le gustaba estarlo. Le gustaba sentir el hormigueo en su pecho cuando él le sonreía, o el temblor en su corazón cuando intentaba besarla. Solo se arrepentía de haberse dejado llevar por la inconsciencia cuando ya estaba lejos de él. Cuando redactaba sus informes y omitía que había tomado contacto con el sospechoso. Cuando estaba sola y se repetía que enamorarse sería un tremendo error.

—¿Cuánta magia te enseñó? —preguntó como si le estuviera acusando de haberla hechizado—. ¿Haces vudú, conjuros, lees las líneas de la vida…?

Algo chispeó en sus ojos azules. Tal vez sea la magia, pensó Anne.

—¿Me permites? —preguntó él mientras le señalaba la mano sin atreverse a rozarla.

Ella la extendió, con la palma abierta, y la posó sobre la izquierda de Mikel. Él tomó aire cuando sintió su roce. Deslizó la yema de los dedos por las líneas que debía leer. Lo hizo despacio, disfrutando de la finura del tacto.

—Es hermosa… Tiene unas preciosas líneas curvas. ¿Ves ese punto en el centro? —la miró un instante, y volvió a poner la atención en la delicada piel mientras él mismo se respondía—. Ese soy yo: tu eje, tu principio y tu fin, tu amor, tu vida...

Los ojos de Anne chispearon de felicidad mientras una sonrisa cándida se le instalaba en los labios.

—Deja de hacer el tonto y léeme el futuro —dijo entre risas.

—No puedo —confesó sin dejar de acariciarla—. No sé hacerlo. Mi abuela no leía las líneas de la mano, ni echaba el Tarot, ni consultaba una bola de cristal. Tan solo tenía una pequeña herboristería en la que, además de vender remedios para casi todos los males existentes, interpretaba los posos de café. —con una mirada tierna rogó que le perdonara el atrevimiento, pero no la soltó.

Anne emitió una risa temblorosa. En realidad toda ella tembló. También la mano de la que Mikel se había apoderado con la inesperada artimaña. No intentó recuperarla. El roce de sus dedos le provocaba un grato estado de embriaguez, una plácida felicidad que se resistía a perder.

—¿Cómo se hace? —preguntó ella—. ¿Qué ves en la taza?

—Dibujos —explicó él—. Están en el fondo, pero también en las paredes, y dependiendo de la distancia que tengan con el borde, el significado cambia. Es como mirar las nubes y descubrir formas, pero sabiendo qué quiere decir cada cosa.

—¿Crees que todo está escrito en nuestros posos de café?

—¡Ojala lo estuviera...! —susurró—. Ojala pudiera ver mi destino unido al tuyo en los dibujos de una taza, o en las líneas de tu mano, o en el fondo de tus ojos de titanio...

—¿Titanio? —preguntó sorprendida. Los dedos de Mikel seguían rozando la sensible piel de su mano y a ella le costaba respirar.

—Sí, titanio. ¿Te has fijado en ese tono cambiante del Gugem cuando le da la luz del sol o el reflejo de la luna, o cuando lo humedece la lluvia...? —sonrió al verlos brillar—. Así son tus ojos. Así de hermosos, así de inalcanzables.

El rostro de Anne enrojeció. Mikel bajó la mirada hacia sus labios, que temblaban al tiempo que tiritaba su risa. Reconocía los síntomas. Cuando las mejillas de una mujer se tornaban rosadas, cuando le vibraba la risa y se le entrecortaba la voz, significaba que ya podía besarla, que ya era suya. Pero Anne le desconcertaba, le desarmaba, le hacía sentir torpe e inseguro.

—¿A cuantas chicas has dejado asombradas con esa magia que te enseñó tu abuela? —preguntó con más curiosidad de la que quería aparentar.

—Tan solo a ti —esta vez fue a él a quien le flaqueó la risa—. Quiero decir que eres tú la única mujer a la que he intentado asombrar con esto. No sé si lo he conseguido.

Anne asintió con un movimiento de cabeza. Después volvió los ojos hacia sus manos.

—¿Me la devuelves, por favor? —musitó, enrojeciendo de nuevo.

—Cualquier deseo tuyo, hasta el que consideres más insignificante, es un mandato para mí —pero no la soltó inmediatamente. Le fue acariciando los dedos, con suavidad, deslizándolos entre los suyos como si le costara perderlos.

—No sé si debo creerte —dijo ella, posando en él sus ojos, claros y brillantes.

Su duda no era tan simple como parecía. Él era un delincuente y, ella, a pesar de toda su experiencia con personajes de todas las calañas, solo era capaz de ver su lado amable y tierno. Eso le hacía dudar de su capacidad para la misión que le habían encargado.

—¿De verdad no lo sabes? —susurró al tiempo que acercaba el rostro—. ¿No es evidente que solo vivo para verte, que me tienes en tus manos desde que entraste en mi corazón?

Él continuó acortando el espacio que quedaba entre sus labios. Iba a besarla. Anne interpuso sus dedos y él los rozó con suavidad. Una risa clara surgió de su boca. Era el modo en el que le pedía disculpas por haberlo intentado de nuevo, y la prevenía de que volvería a hacerlo en cuanto tuviera ocasión.

¿Cómo podía luchar contra ti?
volvió a preguntarse Anne, con la frente apoyada en el cristal frío de la ventana. ¿Cómo podía no enamorarme de ti? repitió, controlando un estremecimiento, con la mirada perdida en las manchas brillantes que se reflejaban en las frías aguas de la ría.

Ángeles Ibirika©


13 comentarios:

espartana dijo... [Responder]

Resulta que yo también conozco a una persona experta en hierbas capaz de leer el futuro en tu taza de café. No sabes lo mucho que ha gustado encontrarla en tu novela.

Ángeles Ibirika dijo... [Responder]

Gracias, corazón.

Avisé que estaría, muy sutilmente, y de modo más romántico, pero estaría.

He querido elegir una escena que, sin contar mucho, sea la otra versión de la historia, pues la de Mikel está en el prólogo que ya he puesto en el blog.

Un beso, guapa. Y gracias por tu visita

Eli dijo... [Responder]

Y te la he vuelto a leer… Me gustó mucho esta escena, ya sabes…
Qué pena me da él, y ¡ella! porque yo también me enamoraba de un hombre así, da igual que sea lo que sea. Caigo rendida jajaja
Como estás en el punto de ti, escribiendo, que más me gusta (y eso es casi siempre por no decir siempre), Graciassss. Para mí escribes mejor que nadie, lo siento, pero eres mi escritora favorita jaja.
Y como aun no me has leído “aquello” pues todavía puedo… jajaja
Te quiero mucho, corazón.

Ángeles Ibirika dijo... [Responder]

Gracias, cariño. Ya sé cuánto que te gustó esta escena. También sé que te enamorarías de Mikel aunque fuera el enemigo público número uno.

Por si alguien no lo sabe aún (cosa que dudo), Eli es la primera que lee mis escenas, la primera que las alaba y las critica. Es mi mejor fan, pero también la más dura. Si algo le gusta, me dice: “Vale, está bien, pero puedes hacerlo mejor” ¡jejeje! Ella me empuja a superarme cada día. Si yo, por mí misma, trabajo al cien por cien, ella me obliga a hacerlo al doscientos. Se lo agradezco. Además, siempre termina diciéndome lo que me ha escrito aquí: “Eres mi escritora favorita”
Eli. “Tú eres mi lectora favorita. Mi crítica favorita. Mi amiga favorita”

Anónimo dijo... [Responder]

Gracias por ponernos algo mas de esta novela. Parece intensa y dramática. Me tiene enganchada desde que pusiste el prólogo. ¿Donde podemos protestar para que te publiquen tus novelas? Animate a publicar en digital, o donde sea para que podamos leerlas.
Abrazos de Natacha

Ángeles Ibirika dijo... [Responder]

Gracias, Natacha.
Te agradezco tus palabras. Lo de publicar en digital, de momento no me lo he propuesto. Esperaré un poquito más a ver si alguna editorial se interesa por la novela que les envié. Si no es así, ya pensaré en algún otro modo de compartir mis historias.
Un abrazo, guapa.

Anónimo dijo... [Responder]

Yo pediría otro trocito.
Porfaaaaaaaaaaaa.

Es que me entusiasma tu narrativa.

Un beso

Ángeles Ibirika dijo... [Responder]

Gracias, guapa. No sé quien eres porque se te ha olvidado firmar ¡jeje! Pero de todos modos me halaga que te guste cómo escribo. Veré si puedo poner algo más de mis chicos sin destripar demasiado. Eso va a ser difícil, porque creo que en cada escena desgrano algún detalle ;)
Un abrazo, preciosa... ¿o precioso...?

Ángeles Ibirika dijo... [Responder]

¡Nievesssss!!!!!!

Vale. Ya he descubierto que eres tú la que olvidó firmar ¡jeje!

Millones de gracias, corazón. Que una escritora como tú, con esas maravillosas novelas de títulos también perfectos, me diga que le gusta mi narrativa, me halaga hasta la última costura de mis entretelas.

Gracias con toda el alma.

Un abrazo enorme, preciosa.

Juan Carlos dijo... [Responder]

Hola querida amiga Angeles. Me encanta esta breve pero intensa entrega, de una obra que promete muchos momentos placenteros. Además me recuerda muchos momentos vividos por mi en el Iruña. supongo que lo ambientas en el de Bilbao. Si me equivoco, perdoname.
Aún no soy capaz de entender como las editoriales no se rifan a alguien que escribe como tu. Es una pena, porque los perjudicados somos nosotros.
Si existe alguna posibilidad de poder adquirir alguna novela tuya, por favor, indicame como. Me enganché con el genero romantico con Nieves, y estoy atrapado. Mi mujer y yo nos peleamos (en bromas) por los libros.
Un beso, encanto.

Ángeles Ibirika dijo... [Responder]

Muchas gracias por tus palabras, Juan Carlos.

Has acertado. La novela está ambientada en Bilbao, y en algún lugar más del norte. La historia va muy bien con esta zona. El rinconcito del Café Iruña se ha convertido en mi rinconcito desde que Mikel vivió allí muchas cosas de su vida ¡jejeje!

No me extraña que te engancharas a la romántica con Nieves Hidalgo. Es la Dama de la romántica española. Yo no llegaré a nada que se parezca a eso, pero aspiro a publicar. Lo intento, no te quepa duda. Si en algún momento lo consigo, lo contaré en el blog. Esperemos que sea pronto.

Uno de estos días voy a colgar otra escena de mis chicos. Seguramente de Mikel, que es quien más sufre de los dos ¡jejeje!

Un abrazo, corazón.

Anónimo dijo... [Responder]

Si ya sabía yo que me iba a pasar esto... y que iba a terminar escribiendo aquí a las tantas de la noche, después de leerme el fragmento que has puesto por 100000000 vez!!! Ánimo, Ángeles. Es muy complicado toparse con escritoras con tu talento.

De una lectora piltrafilla que te admira.

Ángeles Ibirika dijo... [Responder]

¡Muchísimas gracias, "lectora piltrafilla como las que yo quiero tener a cientos" ¡jejeje! Ya sé que pido demasiado. Pero, a cambio, daría todo lo mejor de mí en cada novela, sin bajar la guardia nunca, mejorando siempre, emocionando cada día un poco más.

Un abrazo enorme, guapa.