viernes, 21 de octubre de 2011

Inspirado en «Donde siempre es otoño»



Lorena Luna me ha regalado una preciosa Fan-Art inspirada en «Donde siempre es otoño», y en ella podéis ver, por primera vez, el rostro de Elizabeth, la mujer que vuelve loco al siempre controlado Ian O´Connell.

Este es su blog Mi Luna Mágica

Siempre me emociona ver las preciosas composiciones o vídeos que hacen de mis libros, pero, ver esta, cuando a la novela aún le quedan meses para estar en las librerías, me ha llegado al corazón de forma especial. Porque eso significa que hay quien espera a mis historias con las mismas ganas con las que yo las escribo.


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Para agradecéroslo con toda mi alma, pongo un pedacito de una escena de la novela. En ella podréis ver eso que todos sabemos, y es que también los canallas seductores sin corazón, como Ian O´Connell, terminan enamorándose. Y, entonces, la caída suele ser más dura, más dolorosa...

Entresacado de «Donde siempre es otoño»

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Y, mientras lo hacía, mientras el hormigueo le agarrotaba el hombro sobre el que ella descansaba, sintió que esa era la noche más extraña y perfecta que había pasado nunca, compartiendo lecho con una mujer, deseándola hasta el tormento pero sin tocarla de todas las maneras en las que necesitaba hacerlo, sin pedirle que ella le tocara a él de la forma en la que ya una vez lo hizo. Se dijo que quería pasar muchas noches así, contemplándola dormir, viéndola despertar…, amándola. Porque si eso que estaba sintiendo por ella mientras la abrigaba contra su piel no era amor como el que describía en sus novelas, se le parecía tanto que le asustaba. Le asustaba porque al fin entendía que su obsesión no desaparecería cuando lo hiciera el misterio que la rodeaba...
... porque al fin comprendía que se había enamorado de ella con ese tipo de amor para el que no existe cura ni redención.
                Ángeles Ibirika©


viernes, 7 de octubre de 2011

Entresacado de "Donde Siempre es Otoño"



Como podéis ver, tengo bastante abandonadito el blog. Ni siquiera he hecho las crónicas de las presentaciones de «Antes y después de odiarte» en Málaga y en Zaragoza. Y os puedo asegurar que han sido las dos mejores firmas hasta el momento, con muchos lectores, todos ellos especiales a rabiar, con reuniones tras las firmas, cenas, charlas hasta la madrugada…, nuevos y maravillosos amigos que espero conservar siempre...

¿El motivo?

La falta de tiempo, la novela que quiero terminar de escribir… y cambios. Mi vida está a punto de cambiar, y si quiero que sea para bien tengo que entregar el máximo de mí. Tengo como un millón de años (bueno. Unos poquitos menos), y cuando pensaba que mi vida ya no estaba para sobresaltos, me embarco en una aventura de la que ya os contaré en su momento.
Por ahora, os ofrezco mis disculpas por tener el blog tan abandonado. Y, para hacerme perdonar, os traigo la foto de Ian O`Connell, el afamado escritor de novela romántica de quien estoy escribiendo la historia, y un "pedacito" de una escena en el que podréis ver el tipo de hombre seductor, cínico, infiel y canalla que es.

Espero que os guste.


Entresacado de Donde Siempre es Otoño
—Soy consciente de que siendo escritor de novela romántica debería saberlo, pero confieso que no imagino lo que se debe sentir al encontrar ese amor para siempre.

—Pocas cosas son para siempre —respondió ella.

—En tu caso deberían serlas —dijo sin poder contenerse—. Cuando una mujer como tú lo deja todo por alguien, ese alguien debería serle fiel eternamente.

—Eso es demasiado tiempo —bromeó a la vez que bajaba los ojos y cogía su copa de vino poniendo especial cuidado en que no se le notara el temblor en los dedos.

Pero ya era tarde para disimulos. Para entonces Ian ya había comprendido el origen de su conversación atropellada y de sus silencios, de sus disimuladas miradas y de sus ojos huidizos, de sus sonrojos. Solía ser más rápido en diferenciar la admiración que causaba el escritor del deseo puramente carnal que provocaba el hombre. Pero las circunstancias en las que la había conocido fueron tan desconcertantes como lo era ella misma, y eso había bloqueado su parte seductora y canalla que ahora despertaba. Esa parte que disfrutaba ante el desafío de conseguir a cualquier mujer que le apeteciera. Esa que gozaba de cada segundo de refinado cortejo con el que iba deshaciendo las defensas femeninas aun cuando la presa escogida se le resistiera hasta el último momento. Porque si la culminación de llevarse a la cama a la mujer codiciada era grandiosa, saborear ese placer de la anticipación mientras iba ganándosela con sutileza era algo que le excitaba todos los instintos.
Ángeles Ibirika©